Son mis arrugas surcos transitados por las dudas.
También la tristeza serpenteó estas curvas
y tuvo como compañera de senda a la melancolía.
Repetidamente me bronceó la desilusión la tez:
de quien nunca vino, de quien se fue para no volver.
Dejé esas ausencias que quemaban mis huellas
a ambos lados del viejo camino de tierra
junto a las renuncias, las traiciones y las quimeras.
Temí mil veces correr la suerte de Edith
si cedía a la tibia tentación de mirar atrás:
olvidar lentamente el sabor de la dulzura
y que cada poro de mi cuerpo emanara sal.
Mil y una veces volví el rostro pero jamás el paso.
Y en ese continuo caminar sin descanso me hallo,
pues la brisa el amargor acaba siempre borrando.
NARUMI